martes, 20 de mayo de 2008




De una mujer al hombre

Esa parte que me complementa sin enajenarme
de la individualidad, entre ser polos opuestos
y coexistir; en tiempo y espacio contrarios…ahí estás.
En la autenticidad de la madrugada, donde la nada
nos cubra, que solo sean testigos la luna, el mar
y el arquitecto del mundo.
Ante el homenaje de tu viril postura, cual escultura
Miguelista , david intangible, hombre creado así,
obra tallada en la piedra más preciosa, mi femineidad
te honra, adán desterrado.
No existe sitio más perfecto que el de tu continente,
poblado de selvas explorables.
Con el roce sutil de mis dedos, delineo el contorno de
cada relieve, cada detalle, mientras un sismo te recorre
ahondando el temblor de tu vientre, que entre palabras
cortadas, musitas contrariedades eróticas…la sangre
te llega al punto de ebullición, es tan magnánimo palpar
este instante perpetuo de tu hombría, sentirte vulnerable,
que las lágrimas son el lenguaje mudo que describen lo
que siento.
Van quemándote mis besos , mis labios resbalan por
cada milímetro de tu extensión, entre tu norte y sur, exploro
interminables facetas al compás de la apresurada marcha
de tu respiración propiciando un canto en Do menor.
Tu pecho resuena cual atabal de un culto mítico, despertando
en el ritual lo salvaje, contrastado con el deva de la ternura.
Tus brazos como robles enredan mi estructura empujándome
a las raíces que hacen tu tierra fecunda.
Desciendo por la cascada que me lleva al punto de encuentro
de tus propias convicciones, apenas rozándolo con la arista
de mis volcanes, donde la serpie emplumada despierta con una
rigidez repentina conmoviendo la sinuosidad ardiente de este cuerpo,
perdiéndome así en el ocaso de tu mirada… te absorbo…
Remontamos al péndulo de las danzas primitivas, entre lo cóncavo
y convexo, entre la disimilitud de nuestra desnudez… marea, vaivén
de las olas, golpeando el peñasco, mas allá, más allá del horizonte.
En ese rítmico andar te cabalgo y en un trance sobrenatural, digo
apenas tu nombre, lejos, muy lejos, perdiéndonos en un rugido extremo,
palpamos el ápice de lo desconocido volviéndonos el quinto elemento…
…Desciendo, desciendes, hasta fusionar nuestros húmedos labios sedientos
en un beso eterno, empapados de nuestro mar natural.