
domingo, 6 de julio de 2008
Fruto paradisíaco
De frente a la laguna , casi
despertando el atardecer, su
presencia irradiaba cierto
misterio, él como siempre
único
El viento me traía su aroma.
Sin que se percatara, cerré los
ojos, pase las manos sobre su
aura y el magnetismo de su
ferviente energía era imposible
de resistir, sin rozarle, haciendo
un ritual de caricias previas,
con la pasión de danzas
contemporáneas incitando los
reflejos, dejando escapar uno
a uno los instintos
Imaginé cómo sería su cuerpo
desnudo cubierto de rocío salado
saborearle sin dejar un milímetro
sin navegarle, ver sus ojos de
paloma herida transformados en
ojos de azor, el peso de su cuerpo
ejerciendo gravedad, creativamente
zurcando exacto con tal precisión
sin cuestionar, leyendo eruditamente
mis ojos, descifrando los jeroglíficos
de mi vientre , embistiendo firme,
taurino y tierno, creando poesía
épica y sincera en cada vibración
Es tan suave su sabor, no necesito
más que sentirlo serpenteando en
mi boca, libarle hasta que él palpe
el cielo, cielo rosa, nubes en sus
pupilas de ensueño, el sabor de su
hombría cual dulzor y textura del
tigüilote, su carne pitahaya
erigiéndose entre los cerros de mi
territorio
Sus gemidos cual cenzontle, se
fusionan con la naturaleza y
despierta nuevamente el instinto
para poseerle, ahí en un todo
armónico, custodiados por Xali
el rocío de la laguna baña la hierba,
el aire tibio de las respiraciones, el
fuego incandescente de nuestros
cuerpos mojados de untuosas
sustancias combinadas, estimulando
cada poro y la tierra, la tierra que
alimenta el brío ardoroso de nuestra
piel, fragua nuestra existencia
Desciende estremeciéndose,
entrelazando sus dedos en mis
cabellos azabache, aún al más
no poder, suplica más vida de mis
labios, escanciando dones de mi
boca
Contemplarle al final como un niño
en un letargo de paz que emana de
su inocencia escondida detrás de su
apariencia fortaleciente, insta a que
muera en su pecho y renazca en el
amanecer de sus labios, sin perderlo
prendida de su boca, conservando
el olor de la hierba en nuestros
amados cuerpos